La voz humana es el instrumento más antiguo que existe y también el más complejo y expresivo. Es el primer instrumento del que se sirvió el hombre primitivo. Los hombres primitivos emplearon su voz y los instrumentos de percusión como medio de comunicación antes de conseguir un lenguaje elaborado.
Los sonidos se producen cuando vibran las cuerdas vocales, vibran en la laringe, debido al aire que expulsamos de los pulmones en la espiración.
En el canto intervienen las distintas partes del cuerpo
Las cuerdas vocales son cuatro músculos que se tensan y se destensan. La altura de la voz depende de la tensión de las cuerdas vocales y de su longitud y grosor natural (las cuerdas de los hombres son más gruesas que las de las mujeres). También tenemos una caja de resonancia formada por todas las partes vacías que recorre el aire que espiramos, amplificando la intensidad del sonido.
Las voces se distinguen, sobre todo, por su timbre y por su altura, aunque también pueden variar en otros elementos de sonido.
La voz humana es un instrumento muy poderoso, una maravillosa herramienta de curación. A través del canto, la danza y el teatro se trabajan ejercicios de respiración que pueden llegar a resultar muy útiles en momentos de ansiedad. Para cantar no necesitamos tener nada, la voz es nuestro don más preciado, y es importante que lo utilicemos. No consiste en escuchar música, hay que participar en la música de manera activa, ¡y la mejor manera es cantando! Tampoco importa si lo hacemos mejor o peor, todo el mundo puede cantar, y lo mejor es lanzarse y practicar, sin vergüenza.
Cada uno de nosotros puede probar a buscar su propio tono, su canción de vida.
Al principio puede costar un poco, pero es una gran satisfacción intentarlo y conseguirlo. Se trata de investigar dentro de uno mismo y buscar una melodía con la que nos sintamos a gusto, y a partir de ahí practicar con ella. Podremos llegar a sorprendernos de lo que somos capaces de hacer. Hay algunas tribus africanas donde cantan esa canción personal en los momentos importantes de la vida de un individuo: Cuando nacen se les canta una canción que les acompañará en momentos cruciales como su paso a la edad adulta, a su matrimonio, o su muerte. También se canta cuando la persona se siente afligida o culpable, para recordarle su esencia y quién realmente es, un ser cósmico.
Probablemente exista un idioma de la naturaleza. En el origen, toda la Tierra hablaba una misma lengua y el hombre podía, también en esta lengua, comunicarse con los animales.
Las frases que pronunciamos pueden llegar a ser muy poderosas, el sonido es vibración, y todos aquellos sonidos que salen de nosotros emiten una vibración. Los pensamientos traducidos en palabras pueden llegar a tener más influencia de la que imaginamos. Por eso es tan importante pensar y hablar en positivo, siempre con actitud positiva, o al menos siempre que podamos… Y si no podemos en algún momento determinado, seamos conscientes de que es un momento puntual. Y de que podremos cambiarlo la próxima vez.
Un ejercicio interesante es emitir sonidos sin aparente sentido, con la finalidad de vaciar la mente, podemos utilizar todas las onomatopeyas posibles, y dejarnos llevar.
Algo curioso es el empleo de ¡Ay! cuando nos duele algo. Esta expresión se dice casi igual en todos los idiomas. Si padecemos algún dolor físico o mental, obtendremos en cierta medida una transmutación del sufrimiento por la repetición del mantra “ai”.
Un mantra es una energía mística contenida en una estructura de sonido. Sus vibraciones afectan directamente a los chakras (o centros de energía), tranquilizan la mente y llevan a la quietud de la meditación. El dolor parece menor porque el sonido adquiere mayor intensidad. La energía nerviosa del sufrimiento moral o físico se consume y provoca una mayor energía del pensamiento rítmico. Y esto le otorga ciertos poderes al pensamiento.
Un budista zen, según John Cage, decía que si algo te resulta aburrido después de dos minutos, inténtalo durante cuatro. Si aún te aburre, inténtalo durante ocho, dieciséis, treinta y dos, y así sucesivamente. Al final uno descubre que no es en absoluto aburrido sino muy interesante. Pues es posible que el aburrimiento conduzca a un estado de meditación. Y quizá sería el caso del rey Felipe V de España, que como tratamiento a su depresión se dedicó a escuchar cuatro mismas arias cantadas por Farinelli alrededor de 3600 veces, lo que significa que pudieron llegar a un punto en que el ritual diario no era otra cosa que una suerte de yoga sonoro.
Los efectos de la música, por tanto, son increíbles. Las músicas más pesimistas, con palabras melancólicas, pueden llevar a un estado de catarsis, del que uno sale puro y edificado.