Ellen Dissanayake, profesora de la Nueva Escuela de Estudios Sociológicos de Nueva York y que ha vivido en Sri Lanka, Nigeria y Papúa Nueva Guinea, afirma de forma convincente que la música tiene su origen en los intercambios verbales rituales que se producen entre la madre y el bebé durante su primer año de vida. En este tipo de intercambio, los elementos más importantes del lenguaje son los relativos a la expresividad emocional y no aquellos que contienen información objetiva. La medida, el ritmo, el tono, el volumen, la duración de los sonidos vocales, la tesitura de la voz y otras variables son características de un tipo de unidad de habla que contiene muchos elementos en común con la poesía. Dissanayake afirma:
“No importa la relevancia final del significado léxico gramatical; el cerebro humano está organizado o programado, en primera instancia, para responder a los aspectos emocionales y tonales de la voz humana”.
Puesto que los niños, mientras están en el seno materno, reaccionan tanto al ruido no estructurado como a la música con movimientos que sus madres pueden sentir, parece probable que la percepción auditiva provoque que el bebé sea consciente por primera vez de la existencia de un entorno con el que no está relacionado. Tras el nacimiento, el intercambio vocal entre la madre y el niño sigue contribuyendo al fortalecimiento de su relación, aunque la visión no tarda en tener la misma trascendencia. Los tonos dulces y susurrantes y los ritmos con los que la mayoría de las madres se dirigen a sus bebés son, en un primer momento, más importantes que las palabras para estrechar el vínculo entre ambos. Esta clase de comunicación se prolonga a lo largo de la infancia. Por ejemplo, al jugar con un niño de dieciocho meses que puede articular solo un par de palabras, podré comunicarme con él de diversas formas que no requieran en absoluto el uso del lenguaje. Es probable que ambos hagamos ruidos: reiremos, gruñiremos y realizaremos toda clase de sonidos mientras jugamos al escondite. Estableceremos, por lo menos durante ese momento, una relación bastante íntima, pero nuestra comunicación no precisa de palabras.
*extracto del libro: La música y la mente. El fenómeno auditivo y el porqué de las pasiones (Anthony Storr).