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En los tiempos pasados, toda la naturaleza debió de haber sido más viva y consciente de lo que es hoy, y por eso era posible que el hombre de ingenio hiciera cosas y provocara fenómenos que podemos llegar a considerar increíbles y fabulosos. Había en aquel entonces bardos que eran capaces de aplicar los extraños sonidos de sus maravillosos instrumentos de tal modo que despertaban la vida secreta de los bosques, los espíritus ocultos en los troncos de los árboles, podían hacer revivir las semillas muertas en tierras baldías y estériles de manera que los jardines florecieran al instante, domaban bestias terribles y podían transformar torrentes violentos en aguas tranquilas, y transportar piedras muertas en un movimiento regular de baile. Al mismo tiempo eran adivinos y predicadores, legisladores y curanderos, los seres superiores respondían a su arte mágico y les instruían en los secretos del futuro, las proporciones y estructuras naturales de todas las cosas, y les revelaban las virtudes internas y los poderes de los números, las plantas y el resto de criaturas.

El mundo espiritual celta tiene una cualidad constante que le es peculiar, y que debe de ser el resultado de algo más que una tradición puramente literaria. El sonido natural del silbido del viento, los tañidos de campana de plata que se oyen en el océano, el pueblo bretón de Ys hundido bajo las olas donde aún se escucha la catedral sumergida… no son más que ejemplos de toda esta imaginería celta. Una mujer galesa dijo: “Pienso que debe de haber un estado intermedio entre la vida terrenal y la celestial, y puede que sea en este donde los espíritus y hadas viven”.

 

 

Estímulos como el sonido del agua de un riachuelo, o el canto de los pájaros, o el color verde intenso del campo en primavera, o la mezcla de colores de las flores, o los matices del otoño… toda la variedad de colores nos limpia, cura y alimenta el alma.

La curación de las enfermedades mentales y de los trastornos psicológicos es muy eficaz si se pone al enfermo en contacto con la naturaleza. La naturaleza tiene el poder de conmover al alma enferma, y puede llegar a sanar muchos de nuestros malestares. Los sonidos de la naturaleza son muy poderosos: el viento, la lluvia, las cigarras al atardecer (los momentos del crepúsculo y el amanecer son los más misteriosos del día, son momentos de calma y en que todo está por suceder…). Por eso es tan importante que conectemos con la naturaleza, que volvamos a ella, nos está esperando, para que la escuchemos y nos desvele muchos de sus misterios.

También el sonido de las olas del mar nos conmueve y emociona, porque la vida empezó en el mar, y nuestra memoria aún recuerda algo de sus orígenes, son los sonidos primigenios, los más esenciales para nosotros, que nos transportan a estados de relajación profunda, sería como volver a casa.

El Sol emite sonidos que son audibles en la Tierra. ¿Por qué la voz de un hombre no se escucha de día como se escucha de noche? Debido a la rueda del Sol que sierra en el cielo como un carpintero sierra los cedros. Los sonidos del Sol naciente superan al sonido de las cuerdas y al canto de los pájaros. El Sol o Apolo derrama cada año las notas o armoniosos sonidos de su lira sobre la materia etérea que se oculta en la tierra y el mar. Estos tonos permanecen ocultos en las criaturas, como el fuego se esconde en la madera, desde donde cualquiera que prenda un llama o le acerque otro fuego puede hacerlo salir. De la misma manera, aquel que conoce los verdaderos tonos apolíneos de los objetos puede hacerlos actuar y atraerlos hacia sí. Esto es, si este poder se descubre y se utiliza para el bien de la humanidad, hay esperanzas para un futuro mejor.

Aquí en la Tierra somos meras orugas hasta que nos dejemos penetrar y envolver por una música que tiene su origen en las esferas estrelladas: en las suaves cuerdas de arpa de las estrellas. Así esperamos el momento, sea en trance o al morir, en que nuestros capullos se abrirán y despertaremos como seres de alas en el alma que pueden retornar volando a nuestra verdadera casa de luz. La música por sí sola nos puede transportar en este viaje.

María Trovadora

Además de mujer y madre, soy música y creadora de mi realidad. La música es mi vida, lo es todo para mí. También siento un amor profundo por las lenguas y su riqueza y musicalidad. Me llaman poderosamente la atención los diferentes lenguajes que van más allá de las palabras.

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