Todos aquellos mitos y leyendas de la Antigüedad, relacionados con el sonido y la música, tienen también parte de verdad. Por ejemplo, el mito de Anfión ha sido siempre uno de los favoritos entre quienes escriben sobre el poder extraordinario de la música. Este hijo de Zeus, con su lira, consiguió que las piedras de la ciudad de Tebas se deslizaran sin esfuerzo alguno hacia su sitio. Así fue cómo las murallas de la Tebas de las Siete Puertas fueron erigidas gracias al poder de la música. Anfión, pues, pudo haber sido algún ingeniero prehistórico en posesión del conocimiento matemático que hay en toda la música antigua. Conociendo los cálculos y técnicas, lo que hoy se conoce como tecnología antiguamente era considerado magia natural.
Por estas leyes universales y fuerzas de la naturaleza, la gravedad puede ser superada o neutralizada y una piedra puede flotar en el aire. De esta manera, y según Edgar Cayce, uno de los psíquicos estadounidenses más notables del siglo XX, la Gran Pirámide fue construida por levitación, esto es, mediante canciones y cánticos, de la misma manera que los druidas de Inglaterra levantaron sus enormes piedras en una época más tardía.
El mito de Anfión mantiene el recuerdo de la existencia en tiempos antiguos de fuerzas secretas que la humanidad actual ha perdido. La música, o al menos el sonido, parece haber tenido un papel muy importante en esto. Hay que saber que cualquier cosa, por pequeña que sea, está sujeta a una vibración, y de este modo, a un tono musical; de ahí que una voz pueda romper un vaso, o que un puente se estremezca por la marcha de unos soldados. Todo esto es producto de una acumulación previa de energía durante cierto período de tiempo. De esta forma, los materiales más duros renuncian y obedecen a los dictados de un orden de cosas más elevado, que se transmite a través del sonido, lo cual nos lleva a la idea de que la Naturaleza no responde en última instancia a las leyes fácilmente perceptibles de causa y efecto que parecen gobernar el mundo, sino a principios trascendentes que existen eternamente en un nivel más elevado del ser.
Una experiencia muy común es la de la sinestesia, en la que la música se transfiere al instante a otras impresiones sensoriales, frecuentemente visuales. Algunas personas, como el compositor Olivier Messiaen (nacido en 1908), poseen ese don natural y no pueden escuchar música sin ver colores con la visión interior. Messiaen se sintió bastante incomprendido en su época, pues la gente no le creía, pero era capaz de ver colores en la música, y así lo plasmó en sus obras. El músico Alexander Scriabin (1872-1915), para sus composiciones musicales, no solo requería el aparato orquestal, sino que utilizaba proyectores que reflejaban unos colores que él había predeterminado y que estaban en sincronía con la música. Otras personas han tenido experiencias de colores y música a partir del uso de drogas psicodélicas. Y por supuesto, se puede llegar a ciertos estados alterados de conciencia a través de la meditación y del sonido.
En una época en la que tan pocas personas eran conscientes del mundo de la imaginación como realidad y fuente del conocimiento trascendente, las drogas psicotrópicas sirvieron para abrirle a algunos una ventana al mismo. Pero las drogas solo pueden ofrecer un destello perecedero de estas cosas. A menos que se gane el derecho a ellas gracias al propio esfuerzo, las aparentes revelaciones de la experiencia psicodélica no elevan de modo permanente el alma, y puede que se pague la misma con un largo período de purgación. El relato de Carlos Castaneda es en este sentido una fábula de nuestro tiempo: en el primer libro, el chamán mexicano Don Juan Matús utiliza la drogas para sacarlo de la ignorancia de su conocimiento racional y sociocientífico. Entre los músicos, Pete Townshend, el líder de The Who y durante mucho tiempo símbolo del comportamiento dionisíaco, dijo en una grabación que después de años de escuchar música colocado se dio cuenta de que tenía que volver a empezar y a sentir sus éxtasis sin la ayuda de las drogas que estaban arruinando su vida. Las drogas y la demencia no son en verdad los únicos medios de embarcarse en un viaje al otro mundo. En una época antigua parece que la puerta a estos reinos estaba más abierta.
Cuando el Gran Hombre utilice y exhiba sus ceremonias y su música, el cielo y la tierra desplegarán en respuesta sus brillantes influencias. Actuarán en feliz unión, y las energías de la naturaleza, ora expandiéndose ora contrayéndose, actuarán de manera armónica. Los aires benignos de arriba y la acción de respuesta de abajo se extenderán y alimentarán todas las cosas, Así las plantas y los árboles crecerán con exuberancia, los brotes y yemas rizadas se expandirán, la muchedumbre alada y emplumada entrará en acción; los cuernos y cornamentas crecerán, los insectos saldrán a la luz y revivirán; las aves procrearán y anidarán; los animales peludos se aparearán y parirán; los mamíferos no tendrán abortos, y ningún huevo se romperá o pudrirá: Y todo esto habrá que atribuírselo al poder de la música.