Numerosas leyendas ilustran cómo la música puede afectar a las personas incluso en contra de su voluntad. Hay ciertas músicas que pueden llegar a matar lentamente. Un poder de este tipo puede tanto destruir como edificar (véase el capítulo de la Biblia sobre la caída de Jericó al sonido de las trompetas).
Actualmente asistimos en nuestra sociedad a una contaminación acústica destructora. Esto es lo que nos toca vivir, pero podemos tener un mayor criterio a la hora de elegir qué música escuchar y cuál nos sienta bien. Cuando entramos en las tiendas nos bombardean con una música a todo volumen que afecta a nuestro sistema nervioso e influye en nuestro afán consumista. La música repetitiva con el movimiento rítmico puede llevarnos a cierto estado de trance, pero si es algo que no está controlado por un Maestro ni va acompañado de una comprensión metafísica es simplemente intoxicación sin conocimiento. Hemos visto en muchas ocasiones a adolescentes, jóvenes e incluso adultos escuchando música en bares, intentando mantener una conversación sin apenas escucharse… O con sus cascos pegados a los oídos… Y la música a todo volumen… Estas personas están destinadas a padecer sordera antes de tiempo… Es recomendable practicar el silencio y la escucha, no estamos acostumbrados al silencio, es demasiado sobrecogedor en ocasiones. Es preferible ir a la naturaleza a escuchar el sonido de los pájaros o de un riachuelo para equilibrar y restablecer nuestro campo electromagnético.